domingo, 3 de enero de 2016

PREGUNTAS EN RELACION AL TEMA

A continuación les dejo algunas preguntas que podrán resolver con el material que se les ha facilitado en este Blog. Todos los estudiantes de la Cátedra de Cirugía III deberán entregar las preguntas de forma escrita a mano el día 13 de enero en clases prácticas a sus respectivos docentes. 
  1. ¿Cuáles son los referentes anatómicos mas importantes en las colecistectomías?
  2. ¿Cuál es la principal variación de la anatomía de las vías biliares y vesícula biliar a tomar en cuenta en una cirugía?
  3. ¿Cómo se encuentra compuesta la bilis?
  4. ¿Cuáles son las funciones de la bilis?
  5. ¿Cuál son los factores mas importantes relacionados con la litiasis?
  6. ¿Cuál es el cuadro clínico típico de un paciente con cólico biliar?
  7. ¿Cuáles son los principales exámenes complementarios en el diagnostico de este grupo de patologías?
  8. ¿Cuáles son las medidas terapéuticas a tomar en un paciente con colecistitis aguda?
  9. ¿Cuáles son las principales diferencias entre un cuadro agudo y un cuadro crónico de colecistitis que observamos  en la ecografía?
  10. ¿Cuáles son las características de un Síndrome de Mirizzi?
  11. EXTRA: ¿Cuál es el cuadro clínico típico y tratamiento de una colangitis?
PD : Ya que son preguntas abiertas, se tendrá en cuenta la redacción de sus respuestas. 

        Fecha de Entrega de respuestas miércoles  13 de enero.

Videos relacionados al tema


Colecistitis aguda y Colelitiasis

Link de un video breve que resume los aspectos importantes de estos temas.

https://www.youtube.com/watch?v=c_JH4e3AwBg

Paciente con colecistitis

continuación el link de un video muy interesante de la representación de un paciente con colecistitis en consulta.

https://www.youtube.com/watch?v=LkzmDZAUcn0

Cirugía de Vesícula Biliar

Link de una entrevista realizada a un especialista donde se explican algunos aspectos de la cirugía de vesícula biliar.
https://www.youtube.com/watch?v=a38y6Qur6rw

Algunos links de utilidad y signos a buscar en abdomen agudo.

A continuación les dejo links a un par de documentos "pdf" que les podrían servir de apoyo para repasar el tema y una lista de signos a buscar en pacientes con abdomen agudo.

·                     Signo de Aaron: Dolor o angustia en la región de epigastrio o la precordial, al presionar el punto de McBurney.
·                     Signo de Bassler: Dolor agudo al presionar el apéndice contra el músculo ilíaco.
·                     Signo de Bastedo: Dolor en la fosa ilíaca derecha al insuflar el colon con aire.
·                     Signo de Blumberg (de Owen): Dolor al descomprimir bruscamente la región cecal.
·                     Signo de Brittain: Retracción del testículo derecho al palpar el cuadrante inferior derecho del abdomen.
·                     Signo de Brown (de gravitación): El agravamientos, ya sea en extensión, dolor o rigidez, del área dolorosa después de 15 a 30 minutos, acostado sobre el lado sano.
·                     Signo de Cope (del Obturador): Dolor en la región apendicular al rotar hacia adentro el miembro inferior derecho flexionado.
·                     Signo de Chase: Dolor en la región cecal al pasar la mano rápidamente por el colon transverso, de izquierda a derecha con la otra mano, sujetando el colon descendente.
·                     Signo de Chutro: Desviación del ombligo hacia la derecha.
·                     Signo de Deaver: Dolor abdominal al toser o respirar profundo el paciente.
·                     Signo de Donnelly: Dolor al presionar por encima y debajo del punto de McBurney, con la pierna derecha en extensión y aducción.
·                     Signo de Dubard: Dolor por la compresión en el cuello del nervio vago derecho.
·                     Signo del Femoral: Dolor por debajo del arco crural derecho al comprimir la arteria femoral.
·                     Signo de Guéneau de Mussy: Dolor difuso a la descompresión brusca en cualquier región del abdomen.
·                     Signo de Holman: Percusión dolorosa del abdomen.
·                     Signo de Horn (de Ten Horn): Dolor a la tracción moderada del testículo y el cordón espermático derechos.
·                     Signo de Iliescu: Si al comprimir el nervio frénico en el cuello, a ambos lados del triángulo que se forma por las ramas de origen del esternocleidomastoideo, aparece alivio del dolor, indica lesión supradiafrgmática.
·                     Signo de Jacob: Dolor a la descompresión brusca en la fosa ilíaca izquierda.
·                     Signo de Kahn: Bradicardia asociada al cuadro abdominal.
·                     Signo de Lapinsky (de Jaborski, de Meltzer, del psoas): Dolor al comprimir el punto de McBurney con la pierna derecha extendida y elevada. También se conoce como el dolor en la fosa ilíaca derecha al extender esa pierna con el paciente acostado sobre el lado izquierdo.
·                     Signo de Lockwood: Borborigmos repetidos en la fosa ilíaca derecha comprimida durante más de 4 minutos.
·                     Signo de Lennander (de Madelung): Temperatura rectal elevada 0.50C o más, con respecto a la axilar.
·                     Signo de Mannanberg: Acentuación del segundo ruido cardíaco relacionado al cuadro abdominal.
·                     Signo de Mastin: Dolor en la región clavicular relacionado al cuadro abdominal.
·                     Signo de Meltzer: Dolor al presionar el punto de McBurney con la pierna derecha extendida y elevada.
·                     Signo de Morris: Presión dolorosa sobre el punto de Morris. Se sitúa a 4 cm del ombligo en una línea que va de éste a la espina ilíaca anterosuperior.
·                     Signo de Mortola (de Dieulafoy, de hiperalgesia cutánea, reflejo peritoneo-cutáneo de Morley): Aumento de la sensibilidad dolorosa al pellizcar la piel o pasar el bisel de una aguja por la zona triangular delimitada desde el ombligo a la espina ilíaca antero-superior derecha y de allí al pubis (Triángulo de Livingston).
·                     Signo de Ott: Sensación dolorosa de estiramiento dentro del abdomen, estando el paciente en decúbito lateral izquierdo.
·                     Signo de Piulachs (del pinzamiento del flanco): Al pinzar con la mano el flanco derecho del paciente, el dolor no permite cerrar la mano.
·                     Signo de Priewalsky: Disminución de la capacidad de mantener elevada la pierna derecha.
·                     Signo del psoas: Sensibilidad al presionar el músculo psoas derecho.
·                     Signo de Reder: Punto doloroso por encima y a la derecha del esfínter de O'Beirne* al realizar el tacto rectal (*bandas de fibras musculares en la unión colorrectal).
·                     Signo de Richet y Nette: Contracción de los músculos aductores del muslo derecho.
·                     Signo de Roux: Sensación de resistencia blanda por la palpación del ciego vacío.
·                     Signo de Rovsing: Dolor en la fosa ilíaca derecha al presionar un punto equivalente al de McBurney en el lado izquierdo, de modo que los gases del colon se desplacen hacia el ciego.
·                     Signo de Sattler: Dolor al presionar el ciego en un paciente sentado con la pierna derecha extendida y elevada.
·                     Signo de Soresi: Dolor en el punto de McBurney al toser con las piernas flexionadas y con la flexura hepática del colon comprimida en espiración profunda.
·                     Signo de Tejerina-Fotheringhan: Dolor en la fosa ilíaca derecha al descomprimir bruscamente la fosa ilíaca izquierda.
·                     Signo de Tressder: Alivio del dolor con el decúbito prono.
·                     Signo de Volkovitsch: Relajación muscular notable en la fosa ilíaca derecha.
·                     Signo de Wadrenheim-Reder: Dolor al palpar la región ileocecal en un tacto rectal.

·                     Signo de Wynter: Abdomen inmóvil.

EVByCB - Sexta Parte: Colangitis


Colangitis aguda

Se define como infección ascendente de la vía biliar, con re­percusión sistémica, en presencia de obstrucción parcial o completa de la vía biliar. Los principales microorganismos implicados son E. coli, Klebsiella sp., Streptococcus sp., Pseudomo­nas sp., Bacteroides sp. y Clostridium sp. La infección de la bilis no es suficiente por sí misma para causar síntomas sistémi­cos; la presión en el sistema biliar debe estar aumentada se­cundariamente a obstrucción de la vía (por ejemplo, coledo­colitiasis, estenosis postquirúrgicas, colangitis esclerosante primaria). 
La triada de Charcot (fiebre, dolor en hipocondrio derecho e ictericia) es la manifestación clásica. La existencia asociada de confusión e hipotensión se denomina pentada de Reynolds. Analíticamente destaca una alteración del perfil hepático con ictericia y leucocitosis. Los hemocultivos pueden ser positivos. El diagnóstico de colangitis aguda es clínico. La presencia de la triada de Charcot permite establecer un diagnóstico de certeza de colangitis aguda. En caso de que no estén presentes todos los componentes de la tríada de Char­cot, la presencia de datos de respuesta inflamatoria u obstrucción biliar también permiten alcanzar un diagnóstico de certeza. El principal factor de mal pronóstico es el fallo mul­tiorgánico (shock, confusión, insuficiencia renal o respiratoria, coagulopatía, trombopenia o hiperbilirrubinemia). Otros factores de mal pronóstico son la fiebre (mayor de 39º C), leucocitosis, bacteriemia, hipoalbunimenia, absceso hepático, presencia de comorbilidades, edad avanzada (más de 75 años) y etiología maligna de la estenosis biliar.


El tratamiento antibiótico sistémico debe realizarse con cefalosporinas o quinolonas, o con piperacilina-tazobactam en casos graves, asociado o no a aminoglucósidos y metroni­dazol. La antibioterapia logra prevenir la sepsis, pero es insuficiente como tratamiento único en caso de obstrucción completa de la vía biliar; en estos casos, es mandatoria la descompresión biliar. El manejo debe hacerse atendiendo a la gravedad del cuadro y a la respuesta inicial al tratamiento médico. Se define colangitis leve o grado I como aquélla sin tratamiento médico. La colangitis moderada o grado II es aquélla sin disfunción orgánica pero con mala respuesta al tratamiento médico inicial, evaluado como persistencia de síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS) o sepsis. En estos casos, es necesario cambiar el antibiótico o realizar un drenaje de la vía biliar. Por último, en la colangitis grave o grado III existe disfunción orgánica y no hay respuesta inicial al tratamiento médico. En esta situación, debe procederse al drenaje urgente de la vía biliar. El abordaje preferido es la CPRE para la realización de esfinterotomía endoscópica. Si ésta fracasa, se debe intentar un abordaje percutáneo (colan­giografía transparietohepática). En la colangitis aguda, la CPRE presenta unas tasas de mortalidad de entre el 5 y el 10%. El tratamiento quirúrgico presente unas tasas de mortalidad superiores (16-45%), por lo que no se considera de primera elección.

EVByCB - Quinta Parte: Íleo biliar y Síndrome de Mirizzi

Íleo biliar

Es una complicación infrecuente, que ocurre en menos del 0,5% de los pacientes con colelitiasis. Consiste en la obstrucción del tubo digestivo a cualquier nivel por impactación de un cálculo biliar. El cálculo generalmente accede al intestino a través de una fístula bilioentérica, el 60% de las cuales son colecistoduodenales. Se postula que episodios repetidos de inflamación de la vesícula acaban produciendo adhesiones entre el sistema biliar y el intestino. La presión ejercida por las litiasis intravesiculares sobre la pared acabaría provocando su erosión y la consiguiente formación de una fístula. El 90% de los cálculos que producen obstrucción son mayores de 2 cm, y suelen impactarse en el íleon (50-70% de los íleos biliares), seguido del yeyuno y el píloro. 
Es más frecuente en mujeres mayores de 65 años, que suelen referir antecedentes de colecistitis crónica. Generalmente cursa de forma insidiosa como episodios de suboclu­sión. El diagnóstico de obstrucción puede realizarse con radiología abdominal simple, pero el diagnóstico etiológico suele requerir la realización de una TC. Es característica la presencia de aerobilia, como consecuencia de la fístula bilioentérica, sin embargo, este hallazgo puede aparecer también tras la manipulación quirúrgica o endoscópica de la vía biliar.
El tratamiento debe ser quirúrgico, para solventar la obstrucción intestinal (enterolitotomía). Puede o no realizarse en el mismo acto quirúrgico la reparación de la fístula y co­lecistectomía. La cirugía en un solo paso se reserva para aquellos pacientes con bajo riesgo quirúrgico en los que los hallazgos intraoperatorios permiten una adecuada revisión de la vía biliar y colecistectomía. En los demás casos, la cirugía sobre la vía biliar se pospone a un segundo tiempo quirúrgico. En los pacientes con alto riesgo quirúrgico dicho segundo tiempo no es obligatorio, ya que la tasa de recurren­cia de íleo biliar es de sólo el 17%.

Síndrome de Mirizzi


La impactación de una litiasis en el conducto cístico puede producir una obstrucción extrínseca del conducto hepático. Con cierta frecuencia se producen fístulas biliobiliares se­cundarias a la erosión de la pared del conducto hepático por la litiasis impactada. Se estima que está presente en el 0,7-1,8% de todas las colecistectomías. Clínicamente cursa como colangitis de repetición, con ictericia y elevación de FA en más del 90% de los pacientes. 
Los hallazgos en las pruebas de imagen (ecografía, colangio-RM) muestran dilatación del árbol biliar por encima del conducto cístico. La interpreta­ción de una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) no siempre es fácil, ya que puede parecer que la li­tiasis se encuentra en el conducto hepático y no en el cístico. El tratamiento definitivo consiste en una colecistectomía con extracción del cálculo impactado. Dependiendo del grado de erosión de la pared del conducto hepático en caso de existir fístula, se puede realizar una sutura simple del defecto o pue­de ser necesario realizar una derivación bilioentérica. Se pre­fiere el abordaje abierto al laparoscópico en la mayoría de los casos. Puede realizarse un tratamiento provisional endoscó­pico mediante la colocación de una prótesis que descompri­ma la vía biliar. Se ha descrito una asociación entre la presencia de síndrome de Mirizzi y el desarrollo de cáncer de vesícula biliar.

EVByCB - Cuarta Parte: Colecistitis Calculosa

Colecistitis calculosa aguda

En el 95% de los casos, el conducto cístico está completa­mente obstruido por un cálculo. Esto conlleva un aumento de la presión intravesicular, con el consiguiente riesgo de isquemia parietal por compromiso del flujo sanguíneo. La obstrucción del cístico es una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de colecistitis. Es necesario que se produzca una irritación de la pared, generalmente por la acción tóxica de sales biliares y lípidos. Frecuentemente se aso­cia con infección de la bilis, siendo los principales microor­ganismos implicados E. coli, S. faecalis y Klebsiella sp.
El cuadro clínico se caracteriza por dolor en el hipocondrio derecho o epigastrio, intenso y prolongado (generalmente más de 4-6 horas), que puede irradiarse hacia la escápula derecha. El diagnóstico diferencial debe hacerse con patologías como la cardiopatía isquémica, patología pép­tica, pancreatitis aguda, apendicitis retrocecal o dolores neu­romusculares. El hecho de que la pared de la vesícula se encuentre inflamada condiciona la aparición de irritación peritoneal (signo de Murphy positivo). Estos pacientes generalmente impresionan de gravedad y pueden estar febriles, especialmente en caso de infección asociada. Analíticamente destaca la presencia de leucocitosis, elevación de proteína C reactiva (PCR) (por encima de 3 mg/dl) y leve alteración del perfil hepático. En un estudio el 51% de los pacientes presentó elevación de la alanina aminotransferasa (ALT) y el 41,2% de la aspartato aminotransferasa (AST). Otro estu­dio encontró que el 70% de los pacientes con colecistitis aguda tenía valores normales de fosfatasa alcalina (FA) y bi­lirrubina, y el 50% valores normales de aminotransferasas. La ictericia es muy rara, generalmente traduce coexistencia de coledocolitiasis.
El diagnóstico de certeza se alcanza cuando existen datos de inflamación local (signo de Murphy, dolor o masa palpable en el hipocondrio derecho) o datos de inflamación sistémica (fiebre, leucocitosis o elevación de PCR), con hallazgos compatibles en las pruebas de imagen. La prueba de elección es la ecografía abdominal. Los hallazgos ecográficos sugestivos de colecistitis aguda incluyen el engrosamiento de la pared vesicular (> 3 mm), el edema de pared (signo del doble contorno), el Murphy ecográfico positivo (valor predictivo positivo [VPP] del 92%) y la distensión vesicular (diámetro mayor superior a 5 cm). Combinando los datos ecográficos, clínicos y analíticos se obtiene una sensibilidad del 85-95% y una especificidad del 63-93% para el diagnóstico de coleci­stitis aguda. Como alternativa diagnóstica se puede emplear la gammagrafía con derivados del ácido iminodiacético marcados con tecnecio radiactivo (HIDA-Tc99). El contraste administrado por vía intravenosa es captado por los hepato­citos y eliminado por la bilis. Al encontrarse inflamada la pared de la vesícula, se puede observar una captación de trazador en el lecho vesicular en la fase vascular del estudio. Si el cístico se encuentra obstruido, el contraste no rellenará la vesícula; por lo tanto, la no visualización de la vesícula junto con un cuadro clínico compatible son diagnóstico de colecistitis aguda. La tomografía computadorizada (TC) y la resonancia magnética (RM) no están indicadas en la evaluación inicial de estos pacientes.

Las potenciales complicaciones, aunque cada vez más raras, de la colecistitis aguda incluyen el empiema vesicular, la colecistitis gangrenosa y la perforación. La perforación suele estar contenida, pero cuando es libre ocasiona un cuadro de coleperitoneo, con importante irritación peritoneal.
El tratamiento incluye medidas de soporte y antibiotera­pia de amplio espectro. Se pueden emplear cefalosporinas de tercera generación o quinolonas más metronidazol si el paciente está estable, y puede ser necesario emplear piperacili­na-tazobactam asociado o no a aminoglucósidos si se encuentra séptico. Es útil establecer la gravedad del cuadro clínico, ya que el abordaje terapéutico será diferente. Se define colecistitis aguda leve o grado I como aquélla que ocurre en un paciente sin comorbilidades, sin datos de disfunción orgánica y con cambios inflamatorios leves en la pared de la ve­sícula. Por lo tanto, en estos casos se puede realizar una co­lecistectomía precoz, ya que el riesgo quirúrgico es bajo. La colecistitis aguda moderada o grado II se caracteriza por la presencia de inflamación local impor­tante, que dificulta la realización de una colecistectomía precoz, pero sin datos de disfunción orgánica. Los hallazgos en este grupo de pa­cientes incluyen leucocitosis, masa palpable en el hipocondrio derecho, duración de los síntomas su­perior a 72 horas, datos de inflamación local (peritonitis, absceso pericolecístico o hepático, coleci­stitis gangrenosa o enfisematosa). En estos casos está indicada la co­lecistectomía diferida. Por último, la colecistitis aguda grave o grado III cursa con disfunción orgánica (shock, confusión, insuficiencia renal o respiratoria, coagulopatía o trombopenia). Este subgru­po de pacientes requiere de un tratamiento inmediato, sea colecistectomía o colecistostomía.

Colecistitis calculosa crónica


Es la forma más frecuente de enfermedad litiásica biliar. Ge­neralmente se desarrolla de forma insidiosa, pero puede ser consecuencia de episodios repetidos de colecistitis aguda. Consiste en una inflamación crónica de la pared de la vesícula. Los síntomas suelen ser leves e inespecíficos, entre los que destacan distensión abdominal y dolor sordo en hipocon­drio derecho o epigastrio, ocasionalmente irradiado a la es­cápula derecha. Debe distinguirse de la patología péptica, hernia de hiato y trastornos funcionales como el síndrome de intestino irritable o la dispepsia. Puede existir signo de Mur­phy. Los estudios de laboratorio no muestran hallazgos rele­vantes. La prueba diagnóstica de elección es la ecografía ab­dominal, aunque los hallazgos tienen poco valor: la vesícula es pequeña, con engrosamientos difusos o circunscritos de la pared, con ecos fuertes en su interior. El tratamiento de elección es la colecistectomía en aquellos casos sintomáticos.

EVByCB - Tercera parte: Enfermedad Litiásica

Continuando con el tema, empezaremos con la más frecuente y la más importante de las patologías biliares: "La Enfermedad Litiásica biliar" en todas sus variedades.


Etiopatogenia de la litiasis

Cálculos de colesterol: Son los más prevalentes en Occidente. Se componen en su mayoría de colesterol (51-99%) y hasta el 15% son radioo­pacos.

Factores determinantes para la formación de cálculos de colesterol

Composición alterada de la bilis. La solubilización del colesterol en la bilis requiere de la presencia de sales biliares y fosfolípidos para la formación de micelas. Un exceso de colesterol o un defecto de sales biliares o fosfolípidos tienen como resultado la formación de vesículas multilamelares so­bre las que se produce la nucleación de los cristales de coles­terol que darán lugar a barro y litiasis. Las sales biliares provienen, por un lado, de la síntesis hepática de novo y, por otro, de la circulación enterohepática de aquellas secretadas al intestino. Por lo tanto, cualquier situación que altere dicha circulación enterohepática, como la resección ileal o la colec­tomía, condicionará una bilis más litogénica. La supersatura­ción de colesterol es, pues, un requisito necesario pero no suficiente para la formación de estos cálculos.

Nucleación de cristales de colesterol. En la bilis existen componentes que facilitan la formación de cálculos (factores litogénicos), como la mucina y la inmunoglobulina G, y otros que la inhiben (factores inhibidores), como ciertas apolipo­proteínas y glucoproteínas. Se puede influir externamente en la composición de la bilis, favoreciendo la inhibición de la litogénesis mediante la administración de ácido ursodesoxi­cólico o antiinflamatorios no esteroideos (AINE).

Dismotilidad vesicular. La vesícula debe contraerse de ma­nera eficaz, y así expulsar restos de microcristales o barro que puedan desencadenar la formación de cálculos. La mo­tilidad de la vesícula está regulada por factores hormonales, inmunes e inflamatorios. Ciertas situaciones asociadas con una menor contractilidad de la vesícula, como la nutrición parenteral prolongada o la exposición a altos niveles de es­trógenos (embarazo, anticoncepción hormonal, terapia hor­monal sustitutiva) se relacionan con la presencia de coleli­tiasis.
Otros. Se han identificado otros factores relacionados con la formación de cálculos de colesterol, como son factores gené­ticos, inactividad física, presencia de síndrome metabólico, obesidad, diabetes mellitus tipo 2, dislipidemia (especialmen­te niveles bajos de HDL y altos de triglicéridos) o edad avan­zada.

Cálculos pigmentarios negros
Constituyen el 20-30% de las colelitiasis. Se componen prin­cipalmente de un pigmento de bilirrubina polimerizado, así como de carbonato y fosfato cálcico, por lo que su consisten­cia es dura. No contienen colesterol. El 60% son radioopa­cos. Se asocian a condiciones de hemólisis crónica y a la ci­rrosis hepática. Alrededor del 30% de los pacientes cirróticos presentan colelitiasis, especialmente aquéllos con etiología enólica o en estadio C de Child-Pugh.

Cálculos pigmentarios marrones
Están compuestos por bilirrubinato cálcico, palmitato cálci­co, estearato y colesterol (menos del 30%). Se forman generalmente en la vía biliar, en relación con éstasis y sobreinfec­ción de la bilis (se encuentran bacterias en más del 90% de este tipo de litiasis). Generalmente son radiolúcidos y de consistencia blanda. Suelen ser intrahepáticos, especialmente cuando aparecen asociados a estenosis de la vía biliar como en la colangitis esclerosante primaria o en la enfermedad de Caroli. En países orientales se asocian con parasitosis de la vía biliar (Clonorchis sinensis, Ascaris lumbricoides).

ENFERMEDAD LITIÁSICA BILIAR Y SUS DISTINTOS CUADROS CLÍNICOS, DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO.

Cólico biliar

Es la manifestación clínica inicial más frecuente de la enfermedad litiásica biliar. Ocurre cuando la contracción de la vesícula moviliza los cálculos o el barro biliar hacia el conducto cístico, produciendo su obstrucción transitoria.
Generalmente, cuando la vesícula se relaja, la litiasis vuelve a caer en el interior de la vesícula. Los síntomas aparecen durante la obstrucción del cístico y posteriormente ceden. En la mayoría de los pacientes (59%) cursa como dolor en el hipocondrio derecho o el epigastrio. En un 24% el dolor puede ser torácico. El dolor es constante, de intensidad variable, puede irradiarse hacia la escápula derecha y asociar diaforesis, náuseas y vómitos
En ocasiones se desencadena una o dos horas después de una ingesta rica en grasas. El paciente no impresiona de gra­vedad en la exploración física, ni presenta datos de irritación peritoneal (signo de Murphy negativo). Los estudios analíti­cos no muestran alteraciones significativas. El cólico biliar tiene una odds ratio de 2,6 para la presencia de colelitiasis. Por lo tanto, ante un paciente con historia de cólicos biliares, debe realizarse una ecografía abdominal para confirmar la presencia de colelitiasis o barro biliar. La ecografía es la téc­nica de elección, dada su amplia disponibilidad y nulo riesgo para el paciente. Presenta una sensibilidad del 84% y una es­pecificidad del 99%. 
Aquellos pacientes con síntomas espe­cíficos de patología biliar (cólico biliar), pero en los que no se ha demostrado presencia de colelitiasis en la ecografía, deben ser sometidos a otras pruebas diagnósticas más sensibles para la detección de cálculos de pequeño tamaño o barro biliar, como la ecoendoscopia (sensibilidad 96%, especificidad 86%) o el examen microscópico de la bilis (sensibilidad 67%, especifici­dad 91%). El diagnóstico diferencial debe realizarse con la patología coronaria, péptica, esofágica y distintos cuadros funcionales como la dispepsia o el síndrome de intestino irri­table. Es importante descartar colecistitis aguda mediante parámetros clínicos, analíticos y de imagen, como se discutirá más adelante.


El tratamiento del cólico biliar comprende reposo intestinal y adecuada analgesia. Para ello se recomienda el empleo de AINE o meperidina. El tratamiento definitivo consiste en la realización de colecistectomía, ya que el riesgo de desarrol­lar síntomas recurrentes o complicaciones (por ejemplo, cole­cistitis o pancreatitis aguda) asciende al 70% a los dos años de la presentación inicial. Siempre que sea posible, se prefiere el abordaje laparoscópico a la laparotomía. Aunque no hay diferencias en cuanto a mortalidad y complicaciones, el abor­daje laparoscópico disminuye la estancia hospitalaria y acorta el periodo de convalecencia. La tasa de complicaciones es del 5%, y éstas incluyen lesión de la vía biliar, fugas biliares, hemorragia e infección de la herida quirúrgica. La mortalidad del procedimiento está entre el 0 y el 0,3%. Se han pro­puesto distintos tratamientos médicos en formas leves de li­tiasis biliar en pacientes con alto riesgo quirúrgico o que re­chacen la cirugía. Los ácidos biliares, principalmente ácido ursodesoxicólico, por vía oral (dosis habitual de 10 mg/kg/día) logra tasas de disolución de alrededor del 50% en pacien­tes seleccionados (litiasis única no calcificada con una vesícu­la normofuncionante), pero requiere tratamientos prolonga­dos (más de dos años) y presenta una tasa de recurrencia alta, por lo que no se recomiendan como primera opción terapéu­tica. Un estudio demostró recurrencia de la colelitiasis en el 28% de los pacientes tratados con ácido ursodesoxicólico y litotricia biliar extracorpórea. También se pueden disolver los cálculos infundiendo diferentes sustancias químicas en la vesícula biliar, pero este proceder es poco utilizado por su baja eficacia y alta morbilidad.